Marcos Castro, negociador de la Policía: "El secuestrador tiene que pasar varias fases, si vas rápido fracasarás"

NIUS entrevista al inspector jefe que negoció con el hombre que se atrincheró tras secuestrar a su hermana en Murcia
Marcos Castro explica los pasos de una compleja negociación de 36 horas en las que fue clave ir "ganando tiempo e información"
Está convencido de que sin el trabajo policial habría terminado el incidente con la muerte del secuestrador y su víctima
"Ha sido el caso más complejo", reconoce Marcos Castro, inspector jefe de la Policía Nacional con amplia experiencia como negociador. Gracias a su trabajo, el incidente de la pasada semana en la pedanía murciana de Cañada Hermosa no terminó con varios muertos.
Un hombre había secuestrado a su hermana de forma violenta, con un arma de fuego, y se la había llevado en el maletero de un coche. Era el jueves 22 de diciembre, el día de la Lotería de Navidad. El viernes los agentes le localizan en una finca, está atrincherado. Marcos ha estado enviando mensajes de WhatsApp al teléfono del secuestrador sin obtener respuesta, pero de repente y para su sorpresa, se produce el primer contacto con él.
MÁS
"En estos casos suelen ser agresivos en el primer contacto porque no quieren hablar con el negociador, pero tuvimos una llamada de treinta minutos", recuerda Castro en conversación con NIUS. Explica que la primera aproximación suele ser muy básica: "Soy policía, ¿estás bien?, te quiero ayudar a solventar la situación sin daños para nadie".
Buscar una salida
Lo que el negociador sabe que no puede hacer es mentir de forma flagrante. Desde el principio le dijo al secuestrador que no le iba a conceder su principal reclamación. "Él es un esquizofrénico paranoide. Cree que a su hijo lo tenemos secuestrado los policías, pero ni siquiera es su hijo, es su sobrino. Él cree que hay una conspiración entre la madre, los policías y los jueces. Dice que quiere salvar a su hijo. Quiere que se lo lleve. Pero yo le digo que no desde el principio porque ha repelido con disparos a la Policía", recuerda Castro. Al secuestrador le queda claro que el negociador no le va a mentir, que no va a ceder en todo y que cuánto más daño haga, más difícil lo tendrá.
Pero decir que no, no basta. "Hay cosas innegociables, pero no hay que decir que no a todo, hay que dar salidas", explica el negociador: "Le propongo una prueba de paternidad. Él quiere que vaya allí un médico. Le digo que no puede ir un médico, que tiene que salir él. Dice que no se fía de los laboratorios. Le respondo que elija él el laboratorio".
La clave de la negociación
A lo largo de esas conversaciones, el negociador va logrando frutos. Cuando el agresor empezó a tener hambre se consiguió a cambio de comida que permitiera una videollamada con la rehén para comprobar que estaba bien.
"Todo incidente crítico lleva una serie de fases que la persona tiene que ir pasando. Tú no puedes influir en la conducta de un sujeto si no pasa por esas fases. Si lo quieres resolver de forma rápida vas a fracasar. Hay que conocer el origen del problema, ir ganando tiempo e información sobre el incidente. Así vas adquiriendo capacidad para influir en su conducta", explica Castro.
Fue una negociación de 36 horas, en las que el secuestrador, "una persona con una cultura bastante amplía", ponía a prueba al negociador para ver si le prestaba atención, requiriéndole que le recordara datos que le había dado horas antes. Este caso presentaba otras dificultades importantes. El secuestrador era muy inestable. La noche del viernes terminó educado y sosegado, pero el sábado no se vio más opción que intentar un asalto táctico. Estaba muy preparado, con armas de fuego, munición, gas butano y se había confeccionado escudos balísticos para proteger su cuerpo.
"Decía que iban a morir él, la rehén y algún policía"
Sin embargo, para entonces, Castro ya le había ganado la partida. El secuestrador ya estaba solo. Se había logrado liberar a la rehén. "Había una atalaya de poder sobre él porque esa vida ya no estaba en juego. Queríamos salvar la suya también, pero la situación había cambiado. Se decidió que había que usar otras herramientas, un asalto táctico. En esos casos el negociador lo que hace es entretener o despistar", comenta el inspector jefe, que reconoce que servicios como éste le dejan después con "un bajón físico y también mental, que al menos se suple al saber que el resultado es positivo".
Castro no duda de cuál habría sido ese resultado sin el trabajo policial suyo y de sus compañeros: "Hubiera acabado con dos fallecidos, tanto la rehén como él. Era su intención última. Decía todo rato que iba a morir pero que lo haría no solo. Que iban a morir la rehén, que era su hermana, y algún policía".