Manuel Ovalle, testigo del cierre del ataúd de Franco: "Me tuve que poner mi traje de novio porque no tenía otro"

El reportero gráfico relata, en primera persona, cómo fue el sellado del ataúd de Franco ante un pequeño grupo de periodistas
"Había silencio absoluto y apenas luz. Sólo la que yo daba”, recuerda el reportero
Dos operarios sellaron el féretro con una tapa de zinc antes de cerrar el ataúd con llave
Nervioso y con las manos sudorosas. Así se recuerda el reportero gráfico, Manuel Ovalle, hace 44 años, cuando fue testigo de un momento histórico. El sellado del ataúd del dictador Francisco Franco. Era un 23 de noviembre de 1975. Entonces, Ovalle era un chaval de apenas 20 años que empezaba su carrera profesional, como ayudante de filmación para Televisión Española. Junto a él, su compañero cámara (entonces "filmador") Gabriel Flores, y otros cuatro periodistas más que formaban un reducido 'pool' de informadores a los que se permitió captar el momento. Su función era que la luz y el sonido de la grabación fuesen los correctos y que el material llegase en buen estado a la fase de revelado. “Estaba asustado, me sudaban las manos por la responsabilidad”, rememora Ovalle. “Metía las películas en latas y mi temor era que se pudiesen velar al cargar o descargar de la cámara”. Esas imágenes forman parte ahora del archivo histórico de España.
Ovalle recuerda como si fuese ayer ese día. Entró a trabajar a las seis de la tarde para cubrir la capilla ardiente, abierta al público, en la sala de las columnas del Palacio de Oriente. Llevaba puesto su traje de novio, que ni siquiera había estrenado, porque se casaba un mes después. "Se dio la orden de que vistiéramos traje negro con corbata y no tenía otro. Mi novia se tuvo que aguantar", sonríe. No olvida las colas interminables ante el féretro. "Eran ríos y ríos de personas". Sus seguidores acudieron en masa a despedirle. La gente lloraba, le dedicaban oraciones y saludos franquistas.

Una vez cerrada la capilla ardiente, cuenta el reportero, que los periodistas fueron trasladados a una sala en la planta baja del edificio. "Eran las tres o las cuatro de la madrugada cuando llevaron allí el cuerpo". Ovalle relata el ambiente tenso y frío del momento. "Había silencio absoluto y apenas luz. Sólo la que yo daba". Recuerda perfectamente el cadáver iluminado por el foco de la tele: “la ropa impecable, las medallas, los zapatos impolutos". Una escena que impresionó a un chico de apenas veinte años, el más joven de los presentes, que no podrá borrar de su mente esa noche. "Yo solo pensaba, Dios mío, qué escena", mientras nos mirábamos con cara de circunstancia.
Antes de que dos operarios sellaran el féretro con una tapa de cinc, el yerno de Franco, el marqúes de Villaverde, besó el cadáver y esparció dentro de la caja un puñado de tierra que extrajo de un saco. "Luego, nos enteramos de que era tierra de distintos lugares de España", nos explica. Una vez sellado, el yerno cerró con llave las tres cerraduras del féretro. Eran las ocho de la mañana. Los restos ponían así rumbo al Valle de los Caídos, de donde saldrán este jueves.
Ovalle, todavía en activo, reconoce orgulloso haber vivido ese momento y haber contribuido, con su trabajo, a unas imágenes que hoy forman parte de la historia de España. "Quién me iba a decir a mí", se pregunta, "que 44 años después volvería a ser noticia".