La nueva vida de Rato, Bárcenas o López Viejo: los 'presos VIP' confinados en la prisión de Soto del Real

Hasta el lunes podian deambular libremente, ahora pasan el día confinados en sus celdas
Diariamente les toman la temperatura y están en observación médica
Ya ha fallecido una interna y dos trabajadores, se han confirmado 236 casos y hay 1200 personas en cuarentena
Rodrigo Rato, Luis Bárcenas, Alberto López Viejo, ... Son algunos de los llamados ‘presos VIP’ en el centro penitenciario de Soto del Real. Habitan el módulo 10, que comparten con otros internos no conflictivos, entre ellos los que estudian por la UNED y los llamados destinos, reclusos que trabajan de forma remunerada dentro de la cárcel: ordenanzas en aislamiento, en la panadería, la cocina, la lavandería, en labores de mantenimiento, la peluquería, el vestuario y en el economato central; son reos de confianza que pueden transitar por todo el recinto.
Entre estos reclusos se encuentra por ejemplo el primo de David Bustamante, Joaquín Bustamante Leal, condenado por tráfico de drogas junto a su mujer, desde 2016. El hombre, de 50 años, trabaja con otros tres presos en la lavandería. Pero el jueves fue trasladado al hospital Gregorio Marañón por presentar síntomas compatibles con coronavirus. Le hicieron el PCR y resultó ser positivo por COVID-19. Después fue conducido de nuevo a la prisión.
Ya se ha podido confimar que un compañero suyo se ha contagiado y ahora permanecen los dos en la enfermería, donde sólo hay cuatro celdas específicas para aislamiento respiratorio. Los otros dos tienen síntomas desde la semana pasada y han sido trasladados al módulo de ingresos, a donde son derivados los reclusos que cumplen condena y que presentan síntomas leves. Están bajo observación médica.
Mientras, la esposa de Bustamante también está en cuarentena, en el ala de mujeres de la enfermería, con síntomas. El matrimonio mantuvo un vis a vis el pasado miércoles, justo el día antes de que el hombre fuera trasladado al centro hospitalario. Estas comunicaciones entre distintos módulos no se han visto interrumpidas.
El lunes por la tarde saltaron las alarmas. Instituciones Penitenciarias ordenó la clausura del módulo 10, ante el temor de que el COVID-19 se hubiera expandido, con el consiguiente revuelo mediático. Algunos ‘presos VIP’ ya han alcanzado la tercera edad y están entre los principales grupos de riesgo del COVID-19. Todos los internos deberán mantenerse aislados durante las dos semanas que dure la cuarentena.
Algunos como Bárcenas y López Viejo ya habían solicitado a la Audiencia Nacional que les dejara en libertad mientras durase el estado de alarma. Se encuentran en prisión provisional a la espera de que el Supremo resuelva los recursos contra la sentencia de la trama Gürtel Época I, por la que fueron condenados a 33 y 31 años de cárcel, respectivamente. Pero esta petición les fue denegada al considerar el magistrado que "no puede afirmarse que sea mayor el riesgo de contagio en el centro penitenciario que en el exterior", que además consideró que la alerta sanitaria no disminuía el riesgo de fuga.
La vida en el "módulo rosa"
El módulo 10 es igual que el resto si se mira desde el exterior, aunque reclusos y funcionarios se refieren a él como "el módulo rosa", de forma irónica. Dentro se distingue por ser el que tiene las instalaciones más cuidadas: las paredes pintadas con bonitos dibujos, un gimnasio y una enorme biblioteca llena de libros. También es el único que puede tener plantas decorativas en las galerías junto al módulo 14, que es el terapéutico del Proyecto Hombre. En los módulos ordinarios están prohibidas porque los internos pueden esconder objetos prohibidos en las macetas.
Este edificio de tres plantas alberga a 97 reclusos que habitualmente viven con las puertas abiertas y hacen vida en común en la planta baja, las galerías, el patio y los urinarios. Aunque todo está lleno de cámaras para evitar posibles altercados. Hasta ahora los ‘presos VIP’ sólo habían notado cambios porque se habían suspendido los talleres, las visitas y los actos de culto, desde principios del mes de abril. Aún así, nada había variado en sus rutinas habituales: se levantan, se presentan al recuento y luego bajar a desayunar al comedor. Después pueden permanecer fuera de sus celdas durante casi todo el día, en la sala de televisión, gimnasio, peluquería o la biblioteca.
Pero las cosas han cambiado esta semana. Estos delincuentes de guante blanco deben pasar la mayor parte del día solos, confinados en sus celdas. Muchos destinos han sido trasladados al módulo de ingresos para pasar la cuarentena. Los servicios han tenido que cubrirse con internos de otros módulos para que puedan seguir en funcionamiento.
Cada mañana auxiliares de enfermería se trasladan hasta sus celdas para tomarles la temperatura y les suministran la medicación que tienen prescrita. "Ha pasado de ser un módulo en el que normalmente el trabajo es muy cómodo a tener una gran carga, añadido al miedo al contagio por parte de los internos", relata un funcionario.
En este módulo suelen trabajar cuatro personas. Uno se encarga de la apertura y cierre de celdas desde una cabina exterior y otros tres están dentro, en contacto directo con los presos. Deben hacer los recuentos, abrirles las puertas y custodiarles en todo momento. Los ordenanzas les llevan la comida o los artículos que necesiten del economato y lo depositan sobre unas mesas que cada uno tiene frente a la puerta de su celda.
Estos reclusos pueden seguir saliendo una vez al día para llamar por teléfono. El número de llamadas permitidas se ha ampliado de 10 a 15 a la semana desde que se cancelaron las visitas. Pero deben bajar de uno en uno a las cabinas. Si quieren desinfectar los aparatos antes de cada llamada, deben hacerlo ellos mismos. Al lado se han colocado difusores con agua y lejía y rollos de papel de cocina.
Además, a estos 'presos VIP' también se les permite salir juntos al patio durante dos horas al día si lo desean, distribuídos en pequeños grupos y siempre los mismos componentes. Unas medidas diseñadas específicamente por la Dirección de este centro madrileño, pero poco eficaces para evitar contagios, según el personal médico y los funcionarios de prisiones: "No hay un protocolo definido, da la sensación de que las autoridades van improvisando sobre la marcha y algunas medidas resultan contradictorias", critican los funcionarios.
El módulo 9: presos en cuarentena
Pegado al módulo 10 está el número 9, otro edificio que ha quedado aislado y en cuarentena. Hasta hace un mes era en el que residían los reclusos que trabajaban en los talleres productivos, pero después de que se detectase un caso positivo fue habilitado para albergar a los nuevos internos que llegan de la vida en libertad y los que regresan de permiso.
Es como un primer filtro. Deben pasar aquí 14 días antes de que les envíen a sus módulos correspondientes. Cada interno tiene un número y pertenece a un grupo, dependiendo del día en el que llega al centro. Durante ese período sólo puede relacionarse con esas personas. Diariamente les controlan la temperatura y si alguno tiene síntomas compatibles con el COVID19 se le aisla o se le traslada a la enfermería. Hace unos días un nuevo interno dió positivo a las pruebas y más de una quincena de reos ha tenido que permanecer tres semanas confinados en sus celdas, hasta poder asegurarse que habían superado el tiempo de la enfermedad.
Los trabajadores penitenciarios solicitan que hagan la prueba a los internos que presentan síntomas y a los que están en cuarentena para confirmar posibles casos. También a los funcionarios, que siguen siendo la pricipal vía de contagio: trabajan sin los medios adecuados, con mascarillas quirúrgicas que les suministran para turnos de 60 horas seguidas, con guantes de vinilo, que no son los adecuados para estos casos.
Una interna de Estremera y dos trabajadores penitenciarios ya han fallecido a consecuencia del coronavirus. Además se han confirmado 236 casos y hay 1.200 personas en cuarentena por posibles contagios por contacto, entre reclusos y empleados.