Raquel Alonso pide que retiren la patria potestad de sus hijos a un yihadista: "Saldrá de la cárcel y no les dejará ser libres"


"Les obligaba a rezar, a ver vídeos en los que degollaban a infieles, les llevaba al cementerio"
"Si me separaba los niños tendrían que estar a solas con él los fines de semana o 15 días seguidos en verano; no lo podía permitir"
"Le dije que me iba a convertir para que dejásemos de discutir, fue el día más feliz de su vida y el más triste para mí"
Raquel Alonso lleva dos años luchando en los tribunales. Casada con el yihadista Nabil Benazzou Benhaddou, le pide el divorcio y que le retiren la patria potestad de los dos hijos que tienen en común. La vista ha sido suspendida en varias ocasiones. La última a principios de octubre, por problemas con la videoconferencia entre la sala de los juzgados de plaza de Castilla de Madrid y el centro penitenciario de A Lama (Pontevedra), en el que el cumple condena el terrorista.
La mujer se pone nerviosa cada vez que se acerca el juicio.También sus hijos, que ahora son dos adolescentes de 18 y 13 años. "Vuelves a revivir lo ocurrido, el dolor que nos hizo y todo por el que hemos pasado. Estuvo adoctrinando a los niños. Les obligaba a rezar, a ver vídeos en los que degollaban a infieles, les llevaba al cementerio. Hace cuatro años que ni les llama por teléfono. Solo los quiere para utilizarlos, para que no le expulsen cuando termine la condena. Es un hombre que está dispuesto a matar, un peligro para la sociedad, según la sentencia de la Audiencia Nacional que fue ratificada por el Tribunal Supremo. Mi deber es protegerles cómo sea", defiende esta mujer, autora del libro "casada con el enemigo".
Este miércoles tienen una cita. Raquel debe acudir al el juzgado de familia en Francisco Gervas, 10. Durante más de dos décadas compartió su vida con el marroquí Benazzou, que ahora tiene 48 años. La Policía Nacional le detuvo detenido en Madrid el 17 de junio de 2014 por pertenecer a la célula "Brigada Al Andalus". Se encargaban de reclutar a jóvenes y prepararles para combatir junto al Estado Islámico, en Siria e Irak. Fue condenado a ocho años de prisión.
Radicalización y adoctrinamiento
-Pregunta: Nabil empezó a cambiar en el año 2011, tras la muerte de su padre. Conoció a los miembros de su célula en la mezquita de la M-30 en Madrid, ¿cómo vivisteis en casa su proceso de radicalización?
-Respuesta: Nosotros nos conocíamos desde la década de los 90. Sus padres vivían en Estados Unidos y tenían una mentalidad muy abierta. Era de una familia con una cultura alta, que llevaba una vida al estilo occidental. Se bebía sus cervezas, se llevaba perfectamente con mis padres y con mis amigas, yo trabajaba en eventos, viajaba, jamás me había sentido privada de mi libertad.
"Empecé a medir el tiempo que pasaban con su padre y a intentar protegerles las 24 horas del día"
El cambio fue muy rápido. Nabil estaba muy unido a su padre y le tenía un gran respeto. Comenzó a ir a la mezquita a rezar pero los líderes hacen un gran papel de captación. Llevan siempre un protocolo: primero empatizan, luego les convencen para que pasen allí más tiempo y finalmente les inculcan la ideología radical.
Comenzó diciendo que había conocido a gente, que era importante acercarse a Dios y olvidar lo material. Yo pensaba que era una manera de refugiarse para pasar el duelo. Todos estábamos muy pendientes de él y le ofrecíamos nuestra ayuda. En 2011 nosotros no sabíamos nada de terrorismo yihadista. El adoctrinamiento y la captación entonces no era delito, la ley antiterrorista salió después. Yo no podía ni imaginar que se estaba juntando con personas con las que no debía y menos algo tan grave.
Pasamos de no tener alcohol en casa a que los niños debían aprender árabe en la mezquita. Para mí no era un inconveniente, soy muy tolerante. Luego tuvimos que quitar todas las fotos e imágenes de personas que había en la casa. Pensaba que por esas cosas no me merecía la pena discutir y lo dejaba pasar.
Pero poco a poco se incrementaba su religiosidad. Él trabajaba en una empresa de equipos de endoscopia pero acabaron despidiéndole. Traía libros; algunos no me parecían apropiados para los niños. Hablaban del infierno y el pecado. El mayor tenía diez años y se empeñaba en llevarle a la mezquita. Yo lo evitaba diciendo que tenía que estudiar y que jugar. Fui notando cómo le cambiaba el carácter: pasó de ser comunicativo y sociable a una persona silenciosa, reservada, que no quería estar con nadie.
Eso ya me empezó a tocar y las discusiones eran más frecuentes. Llegó el verano y le dije que me iba a la playa con mis padres. Él me contestó que era un pecado enseñar el cuerpo y que había que seguir el camino de Dios. Conocí a sus amigos -que en realidad eran los miembros de la célula-. No eran como las otras personas con las que nosotros salíamos. Empecé a desconfiar.
Me contó que uno de ellos había estado en Guantánamo. Le habían entrevistado en una televisión después de los atentados del 11-S. Me daba un poco de miedo. Nabil se dejó crecer la barba, iba a la mezquita con chilaba. Me parecía que quería llamar la atención y que no era lo más conveniente después los atentados.
"Ponía vídeos en los que decapitaban a los infieles o se inmolaban frente a un cuartel; imagínate con la mentalidad de un niño de 11 años ver esas imágenes"
Quería que le pusiera pantalones a la niña debajo del uniforme, que el niño leyera libros de religión constantemente. Empecé a medir el tiempo que pasaban con su padre y a intentar protegerles las 24 horas del día. Él les enseñaba que en el colegio debían decir que eran musulmanes, a etiquetarse como diferentes o a condenar la homosexualidad. Unas costumbres que no son acordes a la sociedad en la que vivimos ni a la educación que les habíamos dado hasta entonces. Empezaba a preocuparme.
Intentaba hablar con él. Le decía que estaba cambiando mucho. Él respondía que era para ser mejor persona y se marchó a La Meca con los miembros de su célula. A la vuelta era como si se hubieran perdonado todos sus pecados. Cada vez más radical. Desde fuera su grupo también ejercía presión para que su familia fuera musulmana.
Un día bajé a comprar y dejé en casa a los niños con su padre. Yo ya estaba nerviosa. Apenas tardé unos minutos. Cuando subí el niño estaba muy serio, como si hubiera pasado algo, no podía ni hablar. Me dijo que no podía contármelo porque se lo había prometido a papá, pero me gané su confianza y me acabó explicando que le había puesto vídeos en los que decapitaban a los infieles o se inmolaban frente a un cuartel. Imagínate con la mentalidad de un niño de 11 años ver esas imágenes, de una crudeza horrible, donde degollan y asesinan a la gente. Yo vi uno de esos vídeos para hacerme una idea y de verdad, que es muy duro. Hay que hacer de tripas corazón, se te quedan en la cabeza.
Al niño era un machaque continuo. Le transmitía pánico, todo era a base de miedo, la doctrina terrorista. Le decía que tenía que hacer la Yihad y aprender a manejar un fusil para poder llevarle con él. Yo he podido leerlo en la sentencia, entonces no sabía todas estas cosas. La Policía ya había instalado micrófonos en el coche y tenía pinchados nuestros teléfonos. Esas conversaciones quedaron grabadas. Ahora los niños están empezando a sacarlo todo y a entender lo que ocurría. Pero yo ya ponía barreras para que no estuviera con ellos.
Él pasaba cada vez menos tiempo con nosotros. Estaba todo el día en la mezquita, en una tetería de Torrejón de Ardoz y en una casa de Ávila que tenían mis padres. Según el sumario allí rezaban y entrenaban. Es un clima parecido al de Siria. Se subían a las montañas. A mí me decía que iba a la finca a cortar las arizónicas o arreglar algo.
Ahí fue cuando me puse a trabajar como autónoma porque quería estar en casa y ver lo qué ocurría. Le dije que iba a buscarle trabajo y a gestionar entrevistas fuera para que estuviera el mayor tiempo posible por ahí. Iba como podía capeando el temporal.Incluso consulté a una abogada, pero me dijo que si me separaba los niños tendrían que estar a solas con él los fines de semana o 15 días seguidos en verano. Eso yo no lo podía permitir.
Cree una estrategia: le decía que como ya conocía la doctrina yo podía enseñársela a los niños; no se lo deseo a nadie
Ahí había llegado al límite. Pensé: si no puedes con tu enemigo únete a él. Le dije que me iba a convertir para que dejásemos de discutir. Ese fue el día más feliz de su vida y el más triste para mí. Decidí fingir para que se centrase en mí y dejase en paz a los niños. Había pasado al extremismo más radical. Durante cuatro años tuve que someterme a él. Fue muy duro, horrible.
Me levantaba a las cuatro de la mañana para rezar, cinco veces al día. Estuve leyendo libros, el Corán y otros que me traía. Así cree una estrategia. Le decía que como ya conocía la doctrina yo podía enseñársela a los niños. No se lo deseo a nadie.
- P: ¿Nunca sospechaste lo que ocurría realmente?
-R: No, yo pensaba que se le estaba yendo la cabeza pero todo lo relacionaba a la muerte de su padre. Empecé a sospechar un día que salimos de casa con el coche y yo veía que algunos coches nos seguían, fue en el mes de marzo de 2014. Pedí a Nabil que fuéramos a la comisaría a denunciar, no quería pero al final vino conmigo. Me dijeron que mi marido estaba en una investigación pero yo no entendía nada, no sabía de qué me hablaban.
Él no me quería contar nada. Le pedí explicaciones. Se lo habían llevado a otro sitio y yo le había visto hablar con los policías. No sabía dónde se estaba metiendo pero intuía que había algo raro. Él se limitó a decir que tenía que ayudar a los hermanos musulmanes.
Detención por los GEO
-P: La Policía Nacional le detuvo junto a otros miembros de su célula en el marco de la ‘operación Gala’, al considerar que suponían una grave amenaza para la seguridad nacional. Ahí es cuando realmente te enteraste de lo que había ocurrido y cuando tu vida volvió a dar un nuevo giro. ¿Cómo recuerdas ese momento?
-R: Los GEO nos tiraron la puerta debajo de madrugada. Estábamos durmiendo. Sólo veíamos encapuchados, luces y ruidos. El niño salió al pasillo y se fue al despacho. Cogió una katana que teníamos y dijo: a mi madre nadie le hace daño.Mi hija tenía seis años.
Me dijeron que le detenían por integración a banda armada terrorista. Yo no entendía nada. Fue una operación simultánea en la que arrestaron a todos los miembros, a los que él llamaba sus amigos. Pero Nabil salió en televisión a cara descubierta. Todos los niños decían a los míos que eran hijos de un terrorista. Hemos tenido que aprender a gestionar todo aquello.
Al leer el sumario pude leer las conversaciones que tenía con mis hijos en el coche. La Policía llevaba cuatro años investigándoles. Descubrí que había estado viviendo con los teléfonos intervenidos, que escuchaban mis conversaciones, que todo estaba lleno de micrófonos; iban a detener a una célula terrorista muy peligrosa, con vínculos en otros países.
Testigo bajo amenazas
-P: Quedó suficientemente probado que tú desconocías a qué se estaba dedicando tu marido. Aún así, has recibido amenazas por contar públicamente tu historia y colaborar con las fuerzas y cuerpos de seguridad. Has escrito el libro "Casada con el enemigo" y eres la presidenta de la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirectas (ACREAVI) que sirve para ayudar a otras personas que puedan estar pasando por el mismo calvario. ¿Cómo superas esta presión día a día?
-R: Cuando eres madre sacas fuerza de donde no las tienes para proteger y cuidar a tus hijos. Yo he tenido que hacerlo en mi casa, con su propio padre. No nos reconocen como víctimas directas del terrorismo yihadista, pero las consecuencias son muy graves. Esto deja secuelas de por vida y eso que yo soy positiva e intento llevarlo con ánimo. Los psicólogos nos han ayudado. Siempre he permitido que mis hijos hablaran con su padre. No he querido que luego me echaran en cara que yo no les había dejado. He hecho todo lo que ha estado en mi mano para gestionar todo aquello.
Dos hombres me taparon los ojos y me dijeron que dejase en paz a los hermanos musulmanes
Después de que le detuvieran yo empecé a ver a gente extraña en la puerta de mi casa. A mi hija le preguntaron un día en la puerta del colegio que si era de Nabil. Él me llamó por un día por teléfono desde la cárcel y me dijo que me ayudarían económicamente. Me tenían vigilada. Yo por supuesto, no quería nada de ellos. Solo que me dejasen tranquila.
Adopté un perro porque pensé que sería bueno para los niños. Un día a las doce de la noche empezó a ladrar. Me asomé a la mirilla y ví que había un encapuchado. Llamé a la policía. Si algo he aprendido es que el miedo en estas situaciones no sirve para nada, hay que hacer frente al peligro.
Unos días después me vinieron unos hombres por detrás. Me taparon los ojos y me dijeron que dejase en paz a los hermanos musulmanes. Ya he puesto como 20 denuncias. Te planteas si esto no se va a acabar nunca. Escribir el libro me ayudó a canalizar mi dolor. Mis hijos también necesitaban que el mundo supiera que ellos no tenían por qué pagar las consecuencias de las acciones de su padre. Eso hay que vivirlo en tus propias carnes para poder contarlo.
Hemos tenido que pasar por la calle mientras la gente nos señalaba. Mi hija con seis años ha ido a jugar al parque y los niños le han dicho que ella no podía porque su padre es un terrorista. Me han despedido de empresas al enterarse de quien era marido, aunque hay constancia de que durante esos cuatro años yo me dediqué a llevar a mis hijos al colegio, a actividades extraescolares, a los cumpleaños. Me he tenido que cambiar cinco veces de casa. Hemos pagado por ello, aunque no teníamos nada que ver.
Ya no es el hombre del que me enamoré ni con el que me casé. Mis hijos reniegan de él. Les ha hecho mucho daño. Dentro de un año y ocho meses acabará de cumplir la condena y quedará en libertad. Yo no quiero que vuelva. No va a dejar que mis hijos se desarrollen, que tengan sus propias opiniones y vivan como ellos elijan. Por eso ahora que uno es mayor de edad y la pequeña puede hablar en un tribunal, le pido que me ceda en exclusiva la patria potestad.
Años en prisión
-P: Nabil ahora está en el penal de A Lama. ¿Qué sabeis de él y qué esperáis?
-R: Lleva seis años en la cárcel. Los dos primeros yo llevaba a mi hija a las visitas porque quería ver a su padre. Fue tres o cuatro veces ilusionada. Pero al llegar él sólo le hablaba de religión, era muy frío. Le preguntaba si había rezado y si ella contestaba que no, él le decía que por eso estaba en la cárcel, que era su culpa. El niño nunca quiso ir a verle y yo no le puedo obligar. Ellos tienen que tomar sus propias decisiones.
Después dejamos de ir y le trasladaron de la cárcel de Villahierro en León a la de Pontevedra. Mis hijos ya no lo sienten como su padre. En estos cuatro años no les ha llamado ni una vez, ni ha querido saber nada de ellos. Cuando alguien les pregunta dicen que su padre murió hace cinco años en un accidente de tráfico. Es como un escudo para protegerse psicológicamente. Si al menos él hubiera demostrado que sus hijos le importan algo o hubiera querido estar cerca de ellos, yo nunca lo hubiera impedido. No ha pedido ni un solo vis a vis. ¿Qué sentido tiene la patria potestad ?.
Yo ya puedo solicitar la suspensión, al demostrar que no ha cuidado ni educado a sus hijos. Pero quiero la privación total. Si la Audiencia Nacional ha determinado que es un peligro para la sociedad, que su intención era matar y que ha estado adoctrinando a mis hijos, no es un ejemplo a seguir.
La reinserción de los terroristas es prácticamente imposible. Desde el momento que dicen que van a hacer la Yihad ya tienen el privilegio de que su Dios lo reconoce. Da igual si fallecen en combate o si se inmolan o si les meten en prisión…estaban en el camino y eso es lo que importa.
El problema es que ahora van a empezar a salir de la cárcel todos los miembros de las células que desarticularon en 2014. En prisión se siguen relacionando únicamente con sus hermanos musulmanes. Tienen contacto con el exterior a través de las mujeres que van y les llevan a los niños. Estos menores siguen el ideario que les transmiten los padres. Es una lucha muy compleja.
En la asociación estamos tratando a muchas mujeres y niños, ayudando a otras familias. Espero que esta sentencia siente precedente jurídico. Si los yihadistas siguen adoctrinando a sus hijos para matar, irán al frente y atentarán en occidente. Una amenaza muy grave que hay que cortar desde la raíz.