Lo último del vigués que hace esculturas con piezas de máquinas es un elefante de 2.000 kilos


Su autor invirtió 5 meses en adherir cientos de objetos a una estructura metálica
El resultado es una figura de cuatro metros de largo y dos de alto
Bernardo Seoane acumula casi 300 obras realizadas con materiales desechados
A primera vista, parece el resultado de mezclar a Dumbo con Terminator. La imponente figura de este elefante de chatarra se eleva dos metros sobre el suelo y su cuerpo, de trompa a cola, tiene el tamaño de un coche. En total, 2.000 kilos de piezas recicladas, una especie de mecano gigante que nos recibe en el museo al aire libre que Bernardo Seoane, su creador, tiene en su casa en Arcade (Soutomaior, Pontevedra).
Este vigués de 73 años ejerció toda su vida de mecánico de mantenimiento de maquinaria industrial. Décadas rodeado de piezas con las que apenas podía jugar. "Desmontar piezas para volver a colocarlas después en el mismo sitio", cuenta. Pero en sus ratos libres, Bernardo nunca devolvía las piezas a su lugar de origen. Sueña esculturas con ellas y sus manos las cortan, ensamblan y sueldan. En su taller ha parido más de 300 obras; la última, este paquidermo que desde su jardín contempla la ría de Vigo.
Todas las esculturas de Seoane son hijas del reciclaje, pero ésta aún más. Una comparsa de carnaval le encargó la estructura de un elefante y, terminado el desfile, el esqueleto regresó a casa de Bernardo. Pensó en trocearlo y aprovechar las varillas que levantaban la silueta del animal, pero le pareció "más entretenido" alimentar su corpachón y añadir una obra más a su catálogo. A ratos, ha tardado cinco meses en completar la que ya es su escultura de mayor tamaño.
Entre las piezas recicladas para engordar al elefante reconocemos cadenas industriales que se curvan para dibujar la trompa, herraduras de caballos, rótulas, rodamientos, coronas de transmisión, partes de máquinas de coser, aperos de labranza y un sinfín de objetos cuya función original se perdió para siempre. Tampoco es posible saber el número de objetos adheridos a la estructura, "unas 200 en una pata" es el único recuento del que es consciente el autor.
"¿Que qué voy a hacer con el elefante? Nada, de ahí no lo mueves salvo que traigas una grúa", avisa entre risas. Además, el animal esconde una sorpresa en su parte inferior; una trampilla de la que se despliega una escalera para que su nieta de 5 años pueda meterse en las entrañas metálicas del mamífero.
Bernardo trabaja "por satisfacción". Nunca ha vendido una obra, "a pesar de haber tenido ofertas". Las únicas esculturas que han generado dinero son las destinadas a subastas benéficas, la última donada a Cáritas íntegramente. Su exposición al aire libre linda con el camino portugués de Santiago, por lo que muchos peregrinos se detienen frente a su propiedad. "Una vez salí de casa y tenía a unos ingleses arrodillados haciendo una especie de ceremonia ante una de mis figuras", ríe de nuevo.
Su trabajo no dista demasiado de los aplaudidos "trash animals" del artista urbano portugués Bordalo II, reconocido mundialmente y con un cuarto de millón de seguidores en Instagram. El luso también crea animales con materiales reciclados, pero no a base de objetos de origen mecánico, sino de la basura. Pero Bernardo no tiene redes sociales, solo "ganas de pasarlo bien dando una vida nueva a piezas viejas".