De vivir en la calle a jardinero: "El confinamiento me ha servido para salir del hoyo"


Un problema familiar dejó a John Jairo sumido en una profunda depresión que le llevó a perder todo: sin dinero, sin trabajo y sin casa acabó viviendo en la calle y durmiendo en un cajero
Con el estado de alarma, la Consejería de Política Social lo trasladó a una residencia de Cáritas con otros sin techo donde ha recibido tratamiento médico y psicológico
Durante el confinamiento ha ido superando su depresión, ahora es el jardinero de la residencia y un ejemplo para el resto de internos
Hace 15 años, John llegó a Madrid en busca de trabajo para poder mantener a sus tres hijos y su mujer en Colombia. Después de mucho esfuerzo consiguió salir adelante y ganar el suficiente dinero para cuidar de su familia. Pero su vida se vino abajo hace 5 años. "Mi ex mujer me engaño con otro hombre, se gastó todo el dinero que habíamos ahorrado y lo metió a vivir en nuestra casa", relata John Jairo.
A partir de ese momento, cayó en una profunda depresión que ha ido arrastrando. "Me fui hundiendo poco a poco. Perdí mis papeles de residencia porque ni me acordé de renovarlos y acabé sin casa, sin trabajo y sin autoestima", explica John.
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En esa espiral descendente, se marchó de Madrid en busca de nuevas oportunidades y tras pasar por Valencia, llegó a Cartagena donde, después de trabajar de camarero de eventos, acabó viviendo en la calle. "No tenía nada, estaba muy deprimido y estuve durmiendo en un cajero 8 meses", cuenta.
Gracias a unos amigos dejó el cajero y se instaló en un trastero. Cuando su situación parecía mejorar, la llegada del coronavirus acabó con todos sus planes. "Me habían salido oportunidades de trabajo como camarero, pero con el inicio de la pandemia todo se paró", explica.
Un golpe que le llevó de nuevo a la calle y a una nueva depresión, incluidos varios intentos de suicidio. "Ya no quería vivir, pero me recogieron de la calle y me ingresaron en un hospital psiquiátrico".

Un nuevo comienzo
Con el inicio del estado de alarma, cerca de 50 personas sin hogar fueron sacadas de la calle por la Consejería de Política Social y trasladados a diferentes residencias. A John lo llevaron desde el hospital al coto Dorda, una residencia gestionada por Caritas. "Llegó aquí sumido en una depresión profunda y su adaptación fue muy complicada como en el caso de todos los sin techo que comenzamos a atender", explica Ana Madrid, coordinadora del centro.
Además de una cama y comida, las 25 personas sin hogar que entraron en la residencia, reciben ayuda médica y psicológica. "Muchos llegan con problemas psicológicos, con adicciones. Los médicos y los técnicos trabajamos con ellos para que puedan salir de su difícil situación e incluso les buscamos trabajo", señala Jessica, técnica de la residencia.
En el caso de John, tras unas semanas complicadas, comenzó la recuperación. "Desde que llegué me han cuidado mucho y me han tratado muy bien. Solo tengo palabras de agradecimiento", cuenta John.
En este proceso de superación, empezó a hacer pequeños trabajos de mantenimiento de la residencia y poco a poco fue asumiendo más responsabilidades. "Tengo ganas de vivir por primera vez después de mucho tiempo. He recuperado la autoestima y confían en mí", afirma.

Ahora John tiene una ocupación diaria. Es el nuevo jardinero de la residencia. "Estoy encantado. Cuido el jardín y colaboro con la limpieza. He plantado nuevas flores y tengo hasta un huerto donde cultivo tomates, patatas y melones que se destinan a la cocina", relata John.
Su transformación es un ejemplo en el que pueden mirarse otros residentes, que como él llegaron a coto Dorda por el coronavirus. "En mi caso el confinamiento me está permitiendo salir del hoyo gracias a la ayuda de muy buena gente. Tengo la sensación de que puedo volver a empezar de cero".