Un cíborg que ‘escucha colores’, se pasea por las calles de Getxo y hace que todo el mundo le mire

15 años lleva Harbisson con una antena implantada en su cabeza
Es capaz de “escuchar colores” y trasformar en música lo que oye
En su pasaporte británico aparece con la antena, lo que se puede entender como que el gobierno le reconoció como cíborg
No es fácil ir por la vida con una antena implantada en la cabeza. Cuando Neil Harbisson, artista cíborg, con pasaporte británico, pasea por la calle todo son miradas de incredulidad, de risa contenida o de pensar: "¡este tío está chalado!" Pero para Harbisson, con familia en Barcelona, es habitual. 15 años lleva soportándolas, sufriéndolas o, simplemente, viviendo con ellas. La reacción social va cambiando. “En 2004 pensaban que (la antena) era una luz; en 2007, un 'manos libres'; en 2015, un palo 'selfie' y en 2016, los niños me llamaban Pokemon”, señala.
No le importa. Es un artista cíborg. No sabemos si más cíborg que artista o más artista que cíborg, o los dos por igual. En cualquier caso, no es un cíborg cualquiera sino el primero al que un gobierno reconoció como 'ser cibernético'. “Les justifiqué que la antena era parte de mi cuerpo y de mi cerebro, y me dejaron aparecer así en el pasaporte”, cuenta.
Veía la vida en blanco y negro
Pero volvamos a él. Lo de llevar una antena implantada de manera permanente en la cabeza -una especie de tentáculo o cuerno que sale de la parte trasera y le llega hasta el flequillo, y que no se la pueda quitar ni para ir a la ducha- puede parecer una excentricidad, pero no lo es. Es casi un imperativo. Hizo de la adversidad, virtud. Por una enfermedad, sus ojos sólo le permitían ver la vida en blanco y negro. Y él quería 'sentir' los colores.
Así que ideó este dispositivo que no le permite ver, pero sí 'escuchar' colores. Sí, han oído bien: 'escuchar' colores. Los visibles, pero también los invisibles al ojo humano. “Desde infrarrojos a ultravioletas”, apunta. Pero, ¿a qué suena un color?,¿cómo se puede escuchar un color? “Los colores son vibraciones que entran por los ojos. En mi caso entran por la antena y hacen vibrar un 'chip' que me permite escuchar los colores”, explica. Imaginemos un mural o un grafiti callejero repleto de colores. Neil se acerca lentamente y, con su antena, lee esos colores. “Una nota grave es un rojo y una nota aguda, un azul”, apunta moviendo los brazos sin parar. Es una escala musical. “El cielo es un do sostenido y un limón un sol’”.

Música multicolor
Y gracias a un ordenador, al que lleva todas esas vibraciones trasformadas en notas, hace música. Música que no todo el mundo puede entender porque para muchos no será más que una sucesión de sonidos, pero que es música, a fin de cuentas. Hace unos días dio un concierto dentro de Getxophoto, el Festival Internacional de Imagen que se celebra hasta el 29 de septiembre en esa localidad vizcaína. Y fue un éxito. Lo que leía no eran murales sino las caras de los asistentes. ¿A qué suena mi cara?, debieron preguntarse muchos de los espectadores. Y allí encontraron la respuesta.
Pero eso no es todo. No desconecta nunca. No hay un interruptor de apagado. “El cerebro poco a poco se acostumbra”, dice. Así que imagínense lo que tiene que ser para él estar en plena Gran Vía madrileña, catalana o bilbaína en Navidad, con todas esas luces de colores parpadeando, con todas esas guirnaldas multicolor mandando mensajes a su cabeza. “Para mi es una sinfonía. Hay mucha música”.
Ahora está en Japón, llevando su arte y su antena. Puede que allí pase más desapercibido.