"No te reprimas, la mejor televisión es la que te gusta a ti"

En el Día Internacional de la TV, les contamos cómo se enseña y la imagen que se da del medio a los universitarios hoy en día
Liberarse de prejuicios, la primera lección. También, la teoría del "amor líquido", el peligro de las 'fake news'...
La televisión ha cambiado mucho en sus 63 años de vida, en especial en esta última década, como también lo ha hecho la forma en la que se estudia en las universidades. Los alumnos de Periodismo y/o Comunicación Audiovisual son los creadores de la televisión del futuro.
Lo que aprendan hoy influirá en el desarrollo de su trabajo posterior en el medio. Por ello, en el Día Internacional de la Televisión, hemos querido conocer qué valores están enseñando hoy los profesores a esa generación 'millennial' o 'Z' que ha crecido con los ojos en varias pantallas a la vez, y que tarde o temprano tendrán una cámara, un guión, un presupuesto o un micrófono en sus manos. Esto es lo que nos han contado:
Primera lección: “No seas tan elitista”
Cada profesor puede tener su visión particular sobre la televisión -"los hay más carcas que otros", nos dicen-, pero a la hora de analizar el medio, en la mayoría de universidades no hay prejuicios, ni cuando se habla de formatos, ni de géneros ni de presentadores. Por ejemplo, ‘Salvados’ no es mejor que ‘Sálvame’, las series de Netflix no son mejores que las de la TV generalista, ni los presentadores de Informativos más respetables que los de programas de entretenimiento.
"Con 18 años, cuando empiezas la carrera, piensas que para parecer un buen estudiante debes defender los formatos considerados “blancos” y te reprimes a la hora de reconocer que ves todo tipo de televisión, realities por ejemplo. Pero los profesores enseguida nos quitan esa idea de la cabeza. Lo que nos transmiten es que el universo de la “telerrealidad” es un producto totalmente válido y altamente demandado por la población –"las audiencias hablan por sí solas"-, que juega en una liga diferente a otros géneros como los programas de actualidad o documentales. Nos enseñan a apreciar la diversidad de contenidos en televisión como una de las características principales de este medio", nos cuentan.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor… o no”
Una cosa que llama poderosamente la atención es que, a la hora de hablar de la comunicación audiovisual, se elogia mucho el cine del pasado y menos el del presente. Los clásicos se toman como ejemplos de forma más frecuente que las películas contemporáneas. Con la televisión ocurre lo contrario: las series actuales son las más estudiadas en la carrera. También aprendemos que "la TV no es el hermano pequeño del cine”, como sí ocurría antes, algo a lo que ha contribuido mucho el auge de la ficción en las plataformas, a las que ya se han rendido cineastas y actores de renombre.
Aunque la carrera de Comunicación Audiovisual –antes llamada Imagen y Sonido- naciese en el seno de los estudios fílmicos, la televisión se toma como un referente independiente, con identidad propia y alejada del complejo de “hermano pequeño” del séptimo arte.
“Cuidado con las 'fake news”
En la era de las nuevas tecnologías, la universidad nos enseña que “estamos más manipulados de los que creemos”. Nos avisan del peligro actual y del mensaje alarmista que oímos a menudo: “¡Cuidado, la televisión y los periodistas solo dicen mentiras!”. En este sentido, nos piden que seamos susceptibles a lo que vemos en los Informativos, pero sobre todo, muy “buenos analistas”. Aprendemos a ser conscientes de que la representación de la vida que se muestra en la TV (en series y programas) es una herramienta fundamental para la construcción de nuestra percepción de la realidad.
En las facultades de Comunicación Audiovisual se da mucha importancia a los aspectos técnicos, pero nos enseñan a ser reflexivos: “No todo es técnico, no todo es grabar, grabar y grabar, tenéis que ser buenos analistas, pensar por qué una cosa es así y la otra es diferente”.
¿Por qué vemos la televisión?
En la universidad se dedica mucho tiempo a analizar el medio desde un punto de vista sociológico y psicológico. Una de las grandes incógnitas que se tratan de desvelar en la carrera de Comunicación Audiovisual es por qué consumimos entretenimiento, qué impulso nos lleva a encender la televisión en algún momento y sentarnos a ver nuestro programa o serie favoritos.
Aunque el consumo televisivo esté cambiando rápidamente gracias a la aparición del 'streaming', que permite romper los horarios rígidos y ver la TV cuando queramos, el patrón es el mismo: encendemos nuestra aplicación de Netflix, MiTele, Movistar, Amazon… y nos sentamos a consumir la ficción o el formato televisivo igual que siempre, aunque ahora elijamos el momento.
La forma cambia, pero esa relación de fidelidad con el medio se mantiene. Nos enseñan que las mejores teorías para explicar el consumo televisivo no siempre las hacen los periodistas o trabajadores del medio, sino los sociólogos que estudian la relación entre el público y los medios de comunicación. Las teorías más aclamadas que se siguen difundiendo en la universidad son las que ya fueron formuladas en el siglo pasado y sirvieron de base para estudios posteriores sobre el sector.
Un ejemplo es el importante papel de la TV como normalizadora de usos y costumbres sociales. Y otro, la teoría de usos y gratificantes, que afirma que los espectadores seleccionamos los formatos televisivos por "estímulo", atendiendo a nuestras necesidades y gratificaciones. Dichas necesidades escapan muchas veces del puro entretenimiento. No buscamos necesariamente la evasión de la realidad, como siempre se dice, sino que el impulso de ver un programa puede atender a otras necesidades como la integración social o la personal.
¿Estamos más manipulados de los que creemos?
Nos enseñan que con los años el espectador se ha familiarizado con el medio televisivo, lo que ha hecho que se vuelva más crítico y menos receptivo ante la información que se cuenta a través de él, sobre todo en programas como informativos o de opinión.
Así, con el tiempo, la mayoría de minorías sociales han logrado ser integradas en las tramas de las series o los programas a través de las mesas de colaboradores, que acogen un abanico cada vez más amplio con expertos de diferentes orientaciones sexuales y razas.
Los colectivos queer, LGTB y de minorías raciales tienen un peso fundamental en el estudio de la televisión en la universidad. Pero nos advierten de que esta representación se ha construido basándose en la concepción que tienen las clases dominantes sobre dichas minorías. Por tanto, esta identidad a veces puede ser poco representativa y llevar a prejuicios en el espectador. No es un tema resuelto, por tanto.
La teoría del “amor líquido”
La mayoría de los teóricos del siglo XX que estudiamos apuntan a una gran transformación de las relaciones sociales en el marco del neoliberalismo y capitalismo. Por ejemplo, el sociólogo Bauman desarrolló en el año 2003 el concepto de “amor líquido”, que habla de cómo en las sociedades de consumo, las relaciones personales y afectivas se han mercantilizado y pasan a ser de “usar y tirar”.
Muchos programas de TV son transmisoras de esa ideología, y a su vez receptores de los cambios que hay en la sociedad. Así, nos ponen como ejemplos programas de éxito como ‘First Dates’ (o aplicaciones como Tinder), que no se podrían entender en los años 90, cuando en la mayoría de programas de citas se buscaba el amor romántico y la “pareja perfecta” para toda la vida.
El formato de Cuatro es un gran ejemplo del cambio de concepción de la sociedad, donde en apenas 45 minutos vemos varias citas en las que el espectador busca más el entretenimiento sin esperar el triunfo del amor. Las relaciones fugaces que vemos en otros programas como ‘MYHYV’ o realities, son también ejemplo de la teoría del “amor líquido” que ha inundado la sociedad en los últimos años, y como no, la televisión.
La TV, filtro entre el hombre y la realidad
Otra teoría muy presente en las clases, en materia sociológica, es que la proliferación de pantallas ha contribuido a la “insensibilización” de la sociedad. Los espectadores y usuarios de redes sociales tienen sentimientos contradictorias a la hora de entender la “realidad” en los medios.
Por un lado, se ha acentuado la percepción de “cercanía” (creemos conocerlo y vivirlo todo a través de la televisión). Y al mismo tiempo, sensación de “lejanía”, en cuanto que no vivimos en primera persona los acontecimientos. Por ejemplo, la guerra siempre ha sido descrita y percibida como algo atroz, horrible… Pero desde que las televisiones y redes sociales retransmiten a diario los ataques, bombardeos o atentados, los espectadores hemos tendido a reducir nuestro “miedo” ante esas situaciones, nos hemos “insensibilizado” de alguna forma, al formar parte de nuestra cotidianidad tecnológica.