El experimento de unos niños de Ourense con flotadores gigantes para comprobar la distancia social


Los niños de Barbadás (Ourense) han comprobado que muchos obstáculos impiden mantener la distancia
El proyecto "A Vila do Mañá" reivindica que las ciudades estén más pensadas para las personas
Las calles de la localidad ourensana de Barbadás se llenan estos días de niños enfundados en enormes flotadores. Pero no van a la piscina, sino que pretenden mostrar lo poco preparadas que están nuestras ciudades para mantener la distancia social.
La responsable de esta iniciativa es Sandra González, arquitecta y creadora del proyecto “A Vila do Mañá”. Critica que la crisis inmobiliaria no nos hiciera replantearnos el diseño de las ciudades y ahora espera que la crisis sanitaria sí sirva para cambiar ciertas cosas.
MÁS
Con la pandemia nos hemos acostumbrado a usar un nuevo término “distancia social”, pero no siempre somos conscientes de cuál es esa distancia. Por eso han decidido hacerlo visible con unos enormes flotadores. “Miden 1,40 metros, dos personas con flotador respetan distancia de seguridad. Pero, ¿están nuestras ciudades preparadas para que respetemos esa distancia?”, se pregunta Sandra. Y la respuesta con la que se ha encontrado es que no.
Obstáculos para mantener la distancia social
Los vecinos de Barbadás han visto cómo una hilera de niños con flotador recorría las calles del pueblo, pero no siempre ha sido fácil. “Salimos con 45 niños, cada uno con su flotador, y hemos comprobado que las aceras no estaban preparadas. Nuestras ciudades no se han creado para tener espacio para las personas”, afirma Sandra.
Nada más comenzar su ruta se encontraron con un coche que ocupaba la mitad de la acera. Tenían apenas 30 centímetros para pasar, algo imposible con el flotador a cuestas. Así que tuvieron que bajar a la carretera para seguir avanzando.

Poco después empezaron los ‘atascos’. “Al llegar a una zona de acera estrecha, entre las farolas y las papeleras los niños se quedaban atrapados”, cuenta Sandra. Reconoce que fue divertido para los pequeños, pero mostró que muchas aceras no están preparadas para que pase una persona respetando la distancia de seguridad. “También fue algo muy visual para el resto de vecinos. Nos sacaban fotos y veían los problemas que había. Yo tengo la esperanza de que se conciencien”, afirma.
Un proyecto itinerante
“Como dijo Tonucci, nuestras ciudades se han prostituido. Las hemos construido para personas que van del trabajo a casa, se ha olvidado el espacio público y lo que tiene que ser más importante: la gente”, denuncia Sandra. Comenzó este proyecto educativo y de divulgación trabajando con los niños para intentar provocar una reacción en los mayores. Y para eso usa diferentes estrategias, igual pinta una calle de colores que les pone flotadores gigantes a los niños.
Es un proyecto itinerante con el que está recorriendo la geografía gallega y los responsables esperan que allá por donde pasan vayan dejando una semilla que llegue a crecer para lograr espacios mejores. Intentan provocar una reflexión entre quien vea estas actividades. “Estudiamos urbanismo en la carrera, pero el urbanismo no es solo números, euros y metros cuadrados. Se nos han olvidado las personas”, reivindica Sandra.
Cree que deberíamos aprovechar la pandemia para cambiar ciertas cosas: “Nuestras casas no han funcionado para estar confinados, pero las ciudades tampoco cuando salimos. Hay que repensar el futuro de la ciudad y hacerlo con quienes serán los herederos, los niños”.