La historia de amistad bajo el mar entre un mariscador y un delfín


Desde hace meses se acerca a él cuando se sumerge para trabajar en la costa gallega
Al principio observaba a distancia pero se fue acercando poco a poco hasta dejarse acariciar
El idilio viene de lejos. Los primeros encuentros fueron a principios de año. Roger Suárez trabaja recogiendo navajas en la ría de Muros y Noia, en A Coruña. Un buen día, mientras él y sus compañeros estaban buceando vieron cómo un delfín se acercaba al grupo. Durante semanas el animal los observaba manteniéndose a una distancia prudencial.
Roger reconoce que al principio se sumergían temerosos. “No deja de ser un animal salvaje y no sabíamos cómo podría reaccionar”. Él y el resto de los navalleiros se preguntaban cada día si el delfín aparecería de nuevo. Y lo hizo. Día a día iba ganando confianza y acercándose más a ellos.
Y como se convirtió en un habitual entre la cuadrilla de mariscadores decidieron bautizarlo. Al principio le pusieron “Confi”, por aquello del confinamiento. Pero después decidieron que Manoliño era más cariñoso.
En esta historia de amistad fue el delfín quien dio el primer paso. Roger se dejaba querer: “Desde la Consellería do Mar nos recomendaron que no interactuáramos con él, pero es que yo estaba trabajando y era él quien se acercaba. Y si cambiábamos de zona venía detrás”.
La relación fue evolucionando poco a poco. Roger explica que su actitud parecía la de un perro que se acerca a olisquearte: “Le ponía la mano y se quedaba quieto, como un cachorrillo que quiere olerte”. Hasta que el pasado viernes Manoliño consideró que podía dar un paso más. “Yo estaba centrado en la arena, en busca de navajas”, cuenta Roger, “y de pronto noté un toque y vi que estaba con su cabeza rozándose con mis aletas”. Así que comenzó a acariciarlo. “Venía a por más, se dejaba querer, yo estaba alucinado”, relata. Al final acabó abrazándolo y pudo grabar en vídeo ese momento tan especial.

El delfín, que se había convertido en la mascota de este grupo de navalleiros, acabó escogiendo como amigo a Roger. “A algunos les daba más respeto, pero otros estábamos deseando que se nos acercara. No sé por qué acabó eligiéndome a mí”. Estos animales suelen desplazarse en grupo pero siempre que han visto a Manoliño está solo, quizás por eso busca compañía, aunque sea humana. “Se nota que es sociable y busca cariño”, opina Roger.
Tras el emocionante encuentro que había vivido, dudaba de si hoy, al volver a sumergirse, Manoliño iría a su encuentro. Y así fue. “Esta vez ya no fue poco a poco. Vino directamente y estuve un rato acariciándolo”. Era tanta la confianza del delfín que incluso tuvo que acabar apartándolo para poder seguir trabajando.
El miércoles se acaba la campaña de la navaja. Será el último día en el que se pueda encontrar en su particular “oficina” submarina con Manoliño. Pero Roger confía en que tal vez lo pueda ver cuando salga a nadar por la ría. Practica triatlón y en una ocasión ya compartió entrenamiento con él: “Éramos 5 y al principio cuando apareció nos asustamos. Pero acabó acompañándonos durante un kilómetro”. En aquel momento todavía no tenían una relación tan estrecha. Ahora confía en que ésta no sea una amistad efímera y poder seguir disfrutando bajo el mar de la compañía de Manoliño.